Los delfines usan herramientas -esponjas para proteger el hocico-, son juguetones y aprenden actividades si se les premia. Son sociables y cooperan entre sí -cazan juntos, se ayudan en los partos- o con otras especies. Su aprendizaje es imitativo. Se comunican con sonidos variados -aunque su lenguaje no ha sido descifrado-, se llaman por sus nombres y se reconocen en un espejo, lo que indica que quizá posean autoconciencia.
Los delfines tienen un marcado carácter social. Es muy extraño que los delfines se organicen individualmente ya que dependen de su grupo, y cuando lo hacen es más bien por haber sido desplazados del núcleo grupal o por una situación similar.
Los grupos de delfines alcanzan hasta la docena de individuos, y cuando existe abundancia de alimento este número puede multiplicarse en gran número de forma temporal. La comunicación entre los delfines ocurre a partir de vocalizaciones y sonidos ultrasónicos (esto último especialmente para la ecolocalización) que les permite organizar roles y responsabilidades hacia el interior del grupo.
La ciencia se ha sorprendido en más de una ocasión al constatar la increíble destreza de los delfines. Una de las manifestaciones más claras de la misma es el uso de herramientas, descubierto en 2005 en delfines de aguas australianas.
En esta investigación un equipo de biólogos apreció cómo hembras de la especie Tursiops aduncus enseñaba a sus crías a utilizar esponjas marinas cubriendo su hocico para protegerlo durante el forrajeo en busca de alimento. Esta conducta implica un avanzado grado de inteligencia animal, nada menos que en uno de los elementos que nos distingue a los humanos del resto de los animales: el uso de herramientas.
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